Sangre de Lunas by Ángel Ruiz Cediel
autor:Ángel Ruiz Cediel
La lengua: spa
Format: epub
editor: Ángel Ruiz Cediel
* * * * * * *
Nunca se supo con exactitud qué o qué no dijo Oriana a su esposo, el sargento RodrÃguez. Tan solo se apreciaron las consecuencias, y estas fueron como un reguero de pólvora que recorrieron Tres Algarrobos tan rápidamente, que peligro hubo de que se incendiara por los cuatro costados, a imagen de la Roma de Nerón.
Se ignora si delató o no a los Luna, aunque no pocos suponen que sÃ; pero de lo que no cabe ninguna duda, es de que levantó la liebre de doña Laura, la Celestina que cedÃa o alquilaba alcobas en su casa para los escarceos amorosos de sus convecinos más allegados o pudientes, y se armó una zapatiesta de mil diablos.
Fue el mismo sargento RodrÃguez quien informó a Fabián Stefano, el esposo de doña Laura, el cual sin recato ni sigilo, la agarró por el moño en el almacén de don Pedro y se la llevó arrastrando por las guedejas hasta su propia casa, donde la sometió a un cuestionario de padre y muy señor mÃo, y quien, entre el La y el Do, cantó tantos nombres que pocos, muy pocos convecinos pudieron jactarse de no hallarse en aquella nómina.
¡Vaya letanÃa, santa Bárbara bendita!
Pareciera que en el pueblo a todos y a todas les habÃa dado por lo mismo, en una suerte de pansexualismo que les empujaba, a falta de otros entretenimientos, a matar el tedio rural dándole a las horcajaduras.
¡Y cómo le daban!
Seguramente, todos pensaban que se entretenÃan a espaldas de su consorte, pero estos, fueran hombres o mujeres, hacÃan otro tanto, de manera que quien más, quien menos, ponÃa y recibÃa córneas coronas casi a diario.
La que se armó en el pueblo, ya se puede imaginar, que aquella misma mañana se oyeron los nombres por rotondas y esquinas como si se hubiera decretado una movilización general, y pocos fueron los que no tuvieron fandangos en su casa, mientras los chicos estaban en la escuela.
Entrada ya la tarde, pareciera que era cosa de carnaval, pues no pocas mujeres mostraban en sus semblantes los excesos del celo matrimonial, e incluso un par de ellas mudaron de residencia, pues pusieron punto final a sus respectivas vidas maritales, bien por sÃ, bien animadas por sus consortes.
Como digo, excepto del nombre de Laura, no se sabe en qué más se explayó Oriana.
Misterios que solamente se pueden resolver por la vÃa de la observación de los acontecimientos posteriores, pues siempre los efectos delatan las causas que los originaron.
Y los efectos fueron terribles, no hay duda.
Algo, y muy gordo, debió decir de los Luna, pues aquella misma noche, cuando Rosa regresaba a su casa cerca de La Olla, y ya cuando las últimas luces del dÃa amenazaban con extinguirse, la salieron al paso cuatro o cinco hombres y la violaron a pesar de su estado.
Hay testimonios al respecto para todos los gustos: que si fueron Fulano y Mengano de tal hacienda..., que si Zutano era o no era un hacendado o si Perengano se metió en el ajo.
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